Nicolas bardio
En 2016 el Reino Unido votó, con una mayoría del 51% de los votos, en favor de abandonar la Unión Europea y hacer uso así del Artículo 50 del Tratado de la Unión Europea. El Reino Unido se convertía así en el primer país en iniciar formalmente un proceso de abandono de la Unión Europea y de seguir su camino en solitario. Una de las críticas que se hicieron oír durante la campaña en favor del Brexit fue, precisamente, la relativa a la inmensa burocratización de la Unión Europea y cómo esto era una carga insoportable para la Hacienda británica.
Carga o no, sí que parece que la Unión Europea tiene una inmensa burocracia, dado que abandonar la Unión no es algo que se haga de la noche a la mañana. Así, en el discurso de año nuevo de 2018, Theresa May, la Primera Ministra del Reino Unido hizo un breve repaso de cuáles habían sido los avances en relación al Brexit durante todo el año 2017. Así, señaló que en enero del año pasado fijó los objetivos en las negociaciones del Reino Unido, en Marzo invocó el artículo 50 del Tratado de la UE que mencionábamos antes y en Diciembre llegaban a un acuerdo con los socios europeos sobre una serie de asuntos anunciando que para este año, 2018, afrontarían una serie de negociaciones en los capítulos de la Seguridad y del Comercio.
La seguridad puede parecer un tema crucial para las negociaciones de la Unión Europea, pero no lo es tanto, dado que todas iniciativas en materia de seguridad de la Unión Europea están subsumidas en gran parte dentro de la OTAN, organización a la que pertenecen la mayoría de estados miembros junto con otros estados que no son miembros de la UE como podría ser Turquía o los Estados Unidos. El Reino Unido no tiene intención alguna de retirarse de la OTAN, por lo que las negociaciones en este capítulo no parece que vayan a suponer un gran problema.
Caso contrario ocurre con las negociaciones relativas al comercio. La salida de la Unión Europea podría implicar a primera vista – y de hecho implica – una salida del mercado común y un deber de pagar aranceles por la importación y exportación de productos por parte de un estado no-miembro como podría ser en unos meses el Reino Unido. No obstante, esto no es del todo así, dado que en la Unión Europea, los acuerdos son de geometría variables. Así, no todos los estados están en el Euro, ni todos los estados están en Schengen… e incluso, a veces, hay acuerdos europeos en los que hay estados que no son Europeos. Por lo que el Brexit en esta serie de asuntos no es tan blanco o negro como una serie de decisiones sobre un conjunto de medidas específicas, una a una.
Así, es posible salir de la UE y mantener un acuerdo de libre circulación fronteriza (cosa que tiene actualmente Suiza), o participar económicamente en el mercado común como está haciendo Noruega ahora mismo – otro miembro de la OTAN, por cierto –, sin entrar en otra serie de elementos o políticas comunes.
Además de toda esta complejidad de acuerdos para regular el flujo de personas, mercancías, bienes y servicios y la política arancelaria que los acompaña, otros elementos que conviene examinar de cerca son el conjunto de regulaciones en cuanto a la agricultura, la industria y la seguridad alimenticia que ha tomado la Unión Europea. Así, aún permitiendo la libre circulación de bienes y servicios entre la UE y otro país desde un punto de vista “arancelario”; hay una serie de acuerdos y políticas sanitarias que harían que ciertos productos no fabricados de acuerdo con una serie de parámetros, estén prohibidos en la Unión Europea, como le sucede por ejemplo a la carne fabricada en Estados Unidos que presenta un gran índice de presencia de hormonas o a los países productores de OGM (Organismos Genéticamente Modificados) a los que se les prohíne su venta en territorio europeo.
Las repercusiones para los agricultores y ganaderos españoles de un Brexit no son tan importantes como sí podrían acabar siéndolo para los agricultores británicos, que serían quienes pagasen la mayor parte de los platos que el Brexit va a romper. Así, si la campaña de salida estuvo caracterizada por una crítica feroz al exceso de regulación que suponía estar en la Unión Europea; lo más probable es que los requisitos para participar en el mercado común europeo sean mayores que los que el Reino Unido imponga en su propio territorio por lo que, una mala negociación en términos de comercio, podría dejar a Theresa May en una mala posición.
Thesea May, durante su discurso de año nuevo, “renovó los votos” de continuar la senda hacia el Brexit de forma eficaz, sin prisa pero sin pausa, y con el objetivo de conseguir la mejor negociación y el mejor acuerdo para los británicos, pero son muchos los escollos que tendrá que remontar durante el presente año para conseguir llegar a la Tierra Prometida de un Reino Unido sin la Unión Europea.
Así, el Parlamento Británico debe aprobar el Informe y Tercera Lectura de los acuerdos alcanzados los próximos días 16 y 17 de enero. Este debate dará al gobierno la posibilidad de volver a revisar puntos ya acordados previamente y podría enmendar los textos que se han redactado hasta el momento. Además, la aprobación de este informe y de las conclusiones que derivan de él es bastante más compleja que la aprobación de una ley ordinaria, dado que la Cámara de los Lores, el equivalente británico al senado español, debe aprobar en una segunda lectura este mismo texto, que podrá ser enmendado hasta las vacaciones de Semana Santa.
El informe, así, podría ser aprobado no antes de la segunda mitad de abril con todas las enmiendas que las diferentes cámaras del parlamento británico estimen oportuno hacerle. Además, habrá una tercera lectura a mediados de mayo en la que se fijará la redacción exacta de los términos.
Si esta complejidad legislativa no es pequeña, hay que tener en cuenta también que a finales de enero comenzará una discusión sobre el período de transición que seguirá al Brexit, dado que no será un proceso “de un día para otro” por las muchísimas cosas que deben cambiar. Además de estas negociaciones tan cruciales por las razones que hemos señalado antes, habrá negociaciones casi en permanencia durante todo el año para determinar cuál será la relación entre Bruselas y Londres tras el Brexit en las muchísimas áreas que formaban el dominio de la Unión Europea y de las que ahora el Reino Unido tendrá que ocuparse en solitario.
En principio, la fecha que tenían en mente para el fin de las negociaciones era Octubre de 2018, pero según todos los expertos parece que las negociaciones se demorarán, como mínimo, hasta las próximas navidades.
Parece también que las repercusiones económicas serán mucho peores del lado británico que del lado europeo, dado que es el Reino Unido quien más tiene que perder en términos de acceso a mercado y de ventas así como en términos de circulación de capital humano muy técnico y muy altamente cualificado.