Más de 100 chavales de entre 10 y 14 años, procedentes de México, Kuwait, Malta, Corea del Sur o Barcelona, disfrutan de una semana de cosmopolita convivencia mientras juegan un torneo en la Rafa Nadal Academy
Participar en un torneo de tenis suele implicar una alta dosis de presión, especialmente cuando una derrota temprana puede poner finalizar con la experiencia en apenas unos minutos. Frente a ese formato competitivo tradicional, la Mediterranean Worldwide Teams Cup apuesta por un enfoque más formativo e inclusivo: los participantes, con independencia del resultado de su primer partido, juegan cada día durante una semana completa, compartiendo pista y vivencias con jóvenes de su misma edad, pero de distintas nacionalidades, lo que fomenta tanto el compañerismo como la práctica de otros idiomas en un entorno real y motivador.
Este tipo de formato fue el que le pasó por la cabeza a Miquel Puig hace seis años, cuando ideó la Mediterranean Worldwide Teams Cup, una especie de Copa Davis para chavales de entre 8 y 14 años, jóvenes tenistas que procediesen de diferentes rincones del mundo. De ahí que cuando fuesen de una pista a otra viesen rostros y escuchasen idiomas a los que no estuviesen acostumbrados. Todo eso ideó. Y todo eso hizo realidad. Una locura. Una bendita locura.
Estos días acaba una nueva edición de la «Rising Stars», que esta vez se disputa en la Rafa Nadal Academy, en Mallorca, lo que supone añadir el aliciente de respirar tenis en cada esquina, sea viendo fotos enormes de las finales que nadie olvida del ya extenista, a Toni Nadal haciéndose ‘selfies’ o incluso una escultura en homenaje a un jugador que nadie quería que se retirase.
El torneo en esta ocasión reúne a jóvenes tenistas que han viajado hasta la isla procedentes de México, Kuwait, Malta, Gran Bretaña, Corea del Sur, Ucrania… y Barcelona, donde entrena el precursor y director del torneo. El padre de uno de los participantes de Kuwait explica que, para su hijo, «es la primera vez que se enfrenta a jugadores de otros países». Para el abuelo de dos jovencitos mexicanos, de apenas nueve y diez años, «estar todos estos días entre chavales y en unas instalaciones como las de la Rafa Nadal Academy es algo que no olvidarán».
En pista todos se lo toman muy en serio. Intentan sacar los golpes que sus entrenadores les han aconsejado. Y despliegan arrojo, valentía, desparpajo. Una actitud que se vuelve sorprendentemente tímida cuando se acercan a la recepción para devolver las bolas o para comunicar el resultado del partido jugado. Ahí vuelven a ser niños de voces inocentes.
«Las caras de los chavales lo dicen todo. Pierden, pero saben que al día siguiente tienen otra oportunidad. No dejas de verlos sonreír. Y son conscientes, quizás por vez primera, de que hay tenistas de países diferentes con estilos diferentes de jugar. Es una oportunidad enorme, un punto de encuentro para niños y niñas de varios puntos del planeta a los que les une la pasión por el tenis», explica Puig cuando ya se hace de noche en el penúltimo día de competición. Cuando chavales y chavalas, duchados y cambiados, cenan ya entre risas.