Cuatro ponentes mostraron, en este debate mensual de FECOMA, qué está haciendo la economía social madrileña en este sentido, con ejemplos tan interesantes como la eliminación, con excelentes resultados, de fitosanitarios sustituidos por abonos naturales en los olivares madrileños o el uso del hueso de la aceituna para fabricar biomasa; el nacimiento de Kafka, un proyecto que convertirá los residuos industriales en quitina, la nueva Escuela de Economía Circular de Hispacoop o un proyecto internacional
El Faro de la Economía Social que organiza periódicamente FECOMA se ha dedicado en el mes de noviembre a mostrar las sinergias entre Economía Circular y Economía Social así como diferentes proyectos que, en este sentido, se llevan a cabo, fundamentalmente, en la Comunidad de Madrid.
Asimismo, en el Faro se analizaron los retos y las oportunidades que presenta este nuevo enfoque -o quizá no tan nuevo, como apuntaron algunos de los ponentes- de gestión medioambiental, que «afortunadamente», afirmó Vidal García, director general de FECOMA y moderador del faro, cada vez tiene más peso en las políticas en todos los ámbitos, en busca de una economía más justa solidaria y cuidadosa con el planeta.
El modelo de producción y consumo tradicional está basado en la extracción constante de recursos naturales, en su posterior fabricación, para la que se utilizan muchas energías, y en la obtención de un producto final que ha de ser transportado a lugares muy distantes de su origen. Los consumidores generan residuos con esos productos que, en muchas ocasiones, carecen de vida útil, o bien se hubiera podido alargar sin dificultad. «Se trata de romper el círculo -señaló Vidal García- extrayendo, fabricando, transportando y consumiendo de otra manera».
En este sentido, el director general de FECOMA afirmó que las empresas de la economía social son más activas en el desarrollo de políticas y campañas de concienciación para favorecer el reciclaje o la reducción del consumo, y en general, la economía circular, como también lo son en otros ámbitos, tales como la igualdad de oportunidades, de género, o la gestión democrática de las empresas.
Cuatro ponentes mostraron, en el Faro de la Economía Social dedicado a la circularidad, qué está haciendo la economía social madrileña en este sentido.
Ángel García-Patrón, gerente de cooperativa Aceitera del Campo, presentó, desde la acción, su interpretación de la economía circular. «La economía circular tiene mucho que ver con el medio ambiente. En nuestro caso, hemos dejado de utilizar fitosanitarios, sustituyéndolos por estiércol, hemos reducido notablemente el consumo de agua, y, en la almazara, hemos sustituido el gasoil por nuestro propio combustible: biomasa fabricada a partir del hueso de aceituna», señaló.
Como conclusión, García-Patrón expuso que la aplicación práctica de la economía circular en los olivares madrileños, «ahorra dinero, mejora el entorno e incluso aumenta la producción, puesto que los suelos, con esta clase de abono, son más productivos».
Fernando Bandrés, emprendedor del proyecto Kafka, además de enriquecer el debate con sus aportaciones, explicó su idea de negocio para gestionar residuos industriales aplicando un concepto tecnológico innovador.
Kafka podrá reciclar cualquier tipo de residuo industrial que esté separado, triado e indicado, independientemente de donde esté, gracias a sus nuevos biorreactores, que son módulos funcionales deslocalizados. Kafka irá allá donde esté el residuo, favoreciendo un coste logístico cero para la empresa, y adaptará los biorreactores al residuo de que se trate.
Este proyecto en la actualidad cuenta con dos proveedores estratégicos: uno científico y tecnológico, que es la Universidad Autónoma, y un proveedor de recursos humanos, que nos suministra mano de obra para que nuestros biorreactores puedan ser operativos y biomantenidos. En este caso, el proyecto cuenta con el apoyo de la Fundación Juan XXIII, una empresa de inserción laboral.
«Kafka aporta una solución a una cadena de producto que tenía un final. Reintroducimos esos residuos en la cadena, generando productos químicos de alto valor comercial, en concreto y con este prototipo, la quitina», explicó Bandrés.
Carmen Redondo, responsable de relaciones institucionales de Hispacoop, presentó la Escuela de Economía Circular, una iniciativa que fomenta entre los consumidores comportamientos responsables a la hora de poner en marcha hábitos de consumo más sostenibles. «Nuestro objetivo último es fomentar un modelo donde se respeten más los recursos, se reutilicen y se vuelvan a reintroducir al final de su ciclo productivo para generar otros nuevos», explicó.
Redondo destacó que este cambio de comportamiento y de hábitos de consumo puede también generar empleo y que las cooperativas, y en general la economía social, son pioneras en la implantación de la economía circular. «Ecodiseño, utilización de materiales sostenibles, fomento de un consumo responsable y reciclaje, son conceptos que la economía social tiene interiorizados desde hace mucho tiempo», apuntó.
Inmaculada Buendía, profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la UCLM, en Cuenca, centró su intervención en la presentación de un proyecto internacional, con origen en Quebec, Canadá, que pone en valor experiencias cooperativas relacionadas con la economía circular. «Es un proyecto internacional de investigación sobre la vinculación o la integración de la economía circular dentro de las empresas de economía social», explicó. El proyecto está organizado como un consorcio de doce países y su objetivo es analizar los diferentes modelos de negocio o estrategia, a través de las empresas de la economía social que contengan todas las actividades de economía circular. En una primera fase se seleccionarán entre 20 y 30 casos de cada país -aspecto este en el que se va a contar con la colaboración de FECOMA- para posteriormente hacer un estudio en profundidad.
Por último, Buendía reflexionó sobre el concepto. «La economía circular no es un fenómeno nuevo. Ya existía, vinculado en las empresas, pero aún más a las empresas de la economía social porque los socios de las cooperativas son ciudadanos, son consumidores y proveedores, y las cooperativas tienen, intrínsecamente, una circularidad que las hace que completamente compatibles con los principios de la economía circular».
Fuente Comunicae