Desde esguinces y contusiones hasta contracturas musculares o artrosis, cada tipo de lesión requiere un enfoque terapéutico distinto. El traumatólogo Peio Lapitz detalla en qué momento conviene aplicar frío o calor

Aplicarse frío o calor tras una lesión es un gesto que muchas personas realizan casi de forma instintiva, pero ¿se sabe realmente cuándo corresponde cada uno? Para resolver esta duda tan frecuente, el traumatólogo de Policlínica Gipuzkoa, Peio Lapitz, responde de forma clara y directa: «El frío se utiliza como antiinflamatorio y analgésico, mientras que el calor actúa como relajante muscular«.

«El uso adecuado del frío y del calor puede acelerar la recuperación de una lesión», subraya el especialista. El frío está indicado principalmente en las lesiones agudas, es decir, aquellas que acaban de producirse y cursan con inflamación o dolor repentino. «Lo aplicamos para reducir la inflamación y aliviar el dolor. Es muy útil en esguinces, contusiones, torceduras, tendinitis…».

Por otro lado, el calor tiene un efecto muy diferente. «Se utiliza sobre todo en lesiones crónicas y en problemas de rigidez articular, como la artrosis. También está especialmente indicado en contracturas musculares o zonas con tensión acumulada».

¿Cómo y durante cuánto tiempo?
Según explica Peio Lapitz, el frío debe aplicarse durante las primeras 48 horas tras producirse la lesión. «Lo ideal es aplicarlo cada dos o tres horas, durante unos 15 o 20 minutos. Y algo muy importante: nunca directamente sobre la piel. Siempre hay que usar un paño o una toalla para evitar quemaduras por frío o congelaciones». 

«El calor está recomendado cuando ya no hay inflamación aguda y lo que se busca es relajar la musculatura o mejorar la movilidad en articulaciones rígidas», indica el traumatólogo. En este caso, también se debe controlar la aplicación: «No debe prolongarse demasiado tiempo y se debe vigilar la sensibilidad de la zona».

Contraindicaciones a tener en cuenta
Aunque el frío y el calor pueden ser grandes aliados en la recuperación de una lesión, existen situaciones en las que no deben aplicarse. «Nunca debemos usar frío ni calor en zonas con alteraciones de la sensibilidad, como ocurre en personas con neuropatía diabética o lesiones nerviosas periféricas, porque podrían provocar quemaduras sin que el paciente se dé cuenta», advierte Lapitz.

El frío también está contraindicado en pacientes con problemas vasculares como el síndrome de Raynaud, ya que puede agravar los síntomas. Y en cuanto al calor, no debe aplicarse si hay hemorragias o hematomas recientes, ya que al provocar vasodilatación podría aumentar la acumulación de sangre en la zona. «Sin embargo, en estos casos sí está indicado el frío», aclara. Tampoco debe aplicarse ni frío ni calor sobre heridas abiertas o zonas con infección.

Una correcta aplicación acelera la recuperación
Aplicar correctamente frío o calor en función del tipo de lesión y del momento de su evolución puede tener un impacto significativo en la recuperación. «El frío reduce el metabolismo y la inflamación local, lo que hace que partamos de una lesión menos severa. Y el calor, en una segunda fase, aumenta la vascularización y favorece la llegada de sustancias regeneradoras a los tejidos. Todo esto contribuye a una recuperación más rápida», señala el Lapitz.

Existe una técnica conocida como terapia de contraste, que consiste en alternar aplicaciones de frío y calor. «La utilizamos en inflamaciones crónicas o en algunas lesiones articulares para activar la circulación y favorecer la reabsorción de líquidos», apunta.

Los comentarios están cerrados.

© 2025 revistanegocios.es | Todos los derechos reservados

Este sitio web utiliza cookies. Si continúa utilizando este sitio, estará aceptando nuestro uso de cookies. 

Exit mobile version