Puede que la pregunta más habitual en una entrevista de trabajo sea: “¿Cuáles son tus fortalezas y debilidades?”. Frente a esta pregunta, a la que no hay que temer, los expertos de HAYS apuntan que no se puede menospreciar su importancia en un proceso de selección.
Óscar Cebollero, director de HAYS en Cataluña, Aragón y País Vasco, explica que “no hay una respuesta correcta, pero si una forma correcta de responder”. “El enfoque y la estructura determinarán cómo te presentas como persona y si puedes ofrecer a la empresa lo que busca”, analiza. El primer paso es separar en dos partes de la pregunta. Por un lado, el momento de hablar de las fortalezas da la oportunidad de exponer algunas de las habilidades que no se hayan podido explicar en otro momento de la conversación.
Cebollero señala que “una manera errónea de afrontar esta pregunta es limitarse a hacer un listado de cualidades. Además, hay que tener en cuenta que la información que se proporcione sea relevante para la compañía y, sobre todo, para el puesto en cuestión. Por eso es importante dedicar un tiempo en conocer la cultura de la empresa, así como indagar en su página web y redes sociales”.
Las entrevistas son una gran oportunidad para destacar. Por tanto, “hay que asegurarse de ser único y no decir algo que cualquier otra persona interesada en el puesto podría decir”. “También es preferible ser específico; ya que una descripción vaga puede dar una impresión de poca sinceridad, y utilizar ejemplos en puestos de trabajo anteriores puede resultar un gran aliado para transmitir puntos fuertes”, añade.
En cuanto a las debilidades, el experto comenta que es preferible enfocarlo como una oportunidad para impresionar, más que como una “trampa” en la que caer. Existe la tentación de abusar de muletillas mientras se piensa en la respuesta, pero haciendo esto corremos el riesgo de mostrar incertidumbre y dar a entender que nunca hemos pensado en ello o denotar poca experiencia en entrevistas al tratarse de una pregunta muy frecuente.
“El conocimiento de uno mismo suele ser un rasgo deseable, ya que demuestra que puedes trabajar bien con los demás. Además, demuestra que eres capaz de evaluar tu propio rendimiento y de mejorar, así como de aprender de las críticas constructivas”, apunta Óscar Cebollero.
En líneas generales, “es importante encontrar un equilibrio; se trata de ser honestos en todo momento sin llegar al extremo de enumerar demasiados defectos o palabras con connotaciones negativas”. Esto no ayudará a la percepción que el entrevistador tiene del candidato, aunque sea de forma inconsciente. En su lugar, es mejor explicar que un proyecto o una tarea «no ha ido tan bien como se esperaba» o que «los resultados podrían haber sido mejores»; esto demostrará un alto nivel de exigencia y que siempre hay una intención de hacer el mejor trabajo posible.
“Es inevitable que te enfrentes a algunos retos en tu nuevo puesto, así que es importante que expliques cómo has reaccionado a otros problemas en el pasado y demuestres que has aprendido de ello y que has mejorado como resultado”, afirma Cebollero.