Fórmula Alberto / Negocios Castilla y León – 7 Feb.
Cuando pronunciamos, escuchamos o vemos a Rafael Nadal, a casi todos se nos eriza la piel. Y es que el tenista mallorquín representa el pundonor español, el trabajo por encima del talento, la pasión y la garra. Para él no hay excusas. Su deseo constante de superación y la capacidad de mantenerse en la élite tenística año tras año, lesión tras lesión, le hacen reinventarse y adaptarse a las necesidades de cada partido. Así, incluso en sus momentos menos buenos, Nadal nos ha dado alegrías. La última en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro donde, a pesar de que su participación fue puesta en entre dicho por sus problemas físicos y la falta de partidos, consiguió alzarse con la medalla de oro. De éxito también podría calificarse la final del pasado Open de Australia donde conseguía el segundo puesto, aunque para el tenista, ser segundo es ser el primero de los perdedores.
En su deseo de llegar siempre a lo más alto, este año ha introducido a si rutina de trabajo una de las modificaciones más vanguardistas: por primera vez en su carrera ha incorporado a un nuevo técnico a su grupo de trabajo. Se trata de su amigo e ídolo de la infancia Carlos Moyá, que ahora trabaja codo con codo con sus otros dos entrenadores Toni Nadal y Francisco Roig. Un cambio que ya ha dejado ver novedades en el juego de Rafa Nadal en este último Open de Australia. Ahora busca acortar los puntos con un número elevado de subidas a la red, casi el doble de las que hacía el año pasado lo que le permite dosificar fuerzas y no desgastarse tanto en cada punto. Otro cambio significativo es la tensión que ahora pone a las cuerdas de sus raquetas para poder generar una mayor fuerza a la hora del impacto de la bola. Esto hace también que su saque y su derecha hayan recuperado su efectividad y agresividad a la hora de mover al rival desde el fondo de pista. Ha vuelto el juego característico del de Manacor, ganar a su rival por KO gracias al desgaste físico y mental.
Rafa es de los que siempre juega una bola más, de los que obliga a su adversario a tener que golpear nuevamente la pelota para ganarle un punto. Nadal lo devuelve todo recordando a aquel niño que ni cumplidos 20 años alzaba su primer Roland Garros, su primer éxito, el primero de muchos. En Nadal no hay que admirar el cuerpo sino el espíritu, su capacidad constante de sufrimiento, el aceptar cualquier situación desfavorable y no hundirse ante la adversidad sino motivarse a través de ella. Él es de los que siempre intenta cifrar su éxito en la paciencia, no busca los resultados cortoplacistas ni en la pista ni fuera de ella. Rafa es ahorrativo, discreto, calculador, jamás rompió una raqueta en la pista, ni tuvo un mal gesto con árbitros o rivales. No disfrazó derrotas amargas en victorias morales, cuando pierde felicita a su rival y cuando gana agradece su éxito a todos los que le apoyan en su día a día. Rafael Nadal es un héroe porque le obligan a serlo. A él le gusta pasar desapercibido, no quiere ser el foco de atención, tan sólo busca seguir siendo una historia viva de nuestro deporte, darnos tardes de alegrías a todos los aficionados y dejarnos en su comportamiento fuera y dentro de la cancha un ejemplo a seguir para todos los mortales.
Sí, aunque en ocasiones no lo parezca, Rafael Nadal es humano… ¡VAMOS RAFA!