Hacer frente a las responsabilidades y perseguir los objetivos personales, es una tarea complicada muy dependiente de la motivación y de la capacidad para comprometerse con las consecuencias de las decisiones. Las personas exigentes no siempre consiguen con más probabilidad las metas que se proponen. De hecho un porcentaje destaca por todo lo contrario. Se dejan ir y no consiguen las metas que se proponen: procrastinan
El concepto que usan los psicólogos para hablar de dejar las cosa para otro momento es procrastinar. Una palabra algo mal sonante con tantas erres por el medio, pero que ayuda a definir una característica que está detrás de muchas somatizaciones, agobios y bloqueos que requieren ayuda psicológica.
«Se da la paradoja de que las personas que procrastinan necesariamente son personas muy auto exigentes, al menos en algún área» -explica el psicólogo clínico Fernando Azor Lafarga-. No tienen que ser exigentes con temas comunes como el orden, o la limpieza. A veces tiene más que ver con agradar o con no quedar mal, con querer tener un aspecto adecuado, con completar una tarea o un curso académico… Es frecuente ver que alguien que procrastina, no lo hace en todas las áreas de la vida. Se puede procrastinar con la dieta, y no hacerlo con el trabajo.
Fernando Azor es psicólogo y dirige PsicologodeCabecera.com. «Las razones para que procrastinemos son variadas, pero todas son dependientes de si la motivación principal por la que hacemos las cosas es para alcanzar algo o para alejarnos de algo», explica el psicólogo de cabecera.
Tres razones para procastinar
Cuando se usa laobligación, y no es un deseo propio. «Cuando fijamos metas en función de lo que idealmente queremos, de lo que nuestros padres, amigos o pareja desean, puede hacer que los objetivos sean muy interesantes y útiles pero no estaremos centrados en lo que realmente nosotros queremos afrontar. Hace que no nos planteemos retos, sino obligaciones» -explica Azor Lafarga-.
Cuando la persona se dice frases como «si lo hago, lo hago bien, o no lo hago». «Cuando nos proponemos hacer las cosas muy bien, nos vemos obligados a hacer mucho esfuerzo desde el principio. No vale empezar y luego ya se verá. Hay que estar a tope. Este hecho hace que si no estamos muy motivados, o no es posible renunciar a algo, acabemos posponiendo con la esperanza de retomar o iniciar la tarea cuando se tenga más ganas» -agrega el terapeuta-.
Miedos e inseguridades. «Los miedos, o en general cualquier sentimiento que no nos apetezca sentir, favorecerá dejarlo para otro momento. Cuando nos cuesta identificar o reconocer lo que nos atemoriza, normalmente hace que sea difícil fijarnos objetivos realistas. Tenderemos a fijarnos objetivos pocos realistas y potenciaremos el punto 2″ -explica el psicólogo-.
Refuerzo positivo y negativo
Cuando los psicólogos analizan porqué se repiten conductas, analizan las consecuencias que éstas tienen. Siempre que las consecuencias potencian la repetición de un comportamiento, se habla de refuerzo. Cuando lo que hacen es reducir la respuesta, se habla de castigo.
Hablan de refuerzo positivo cuando se repiten conductas porque se obtiene un placer o una recompensa directa al hacerlo: al vestirse mejor a la gente se le dice que está más guapa, al probar un alimento se descubre que es muy rico. Hablan de refuerzo negativo cuando, se hace una conducta motivados por alejarse de algo incómodo: se mantiene una dieta para no engordar, se llama a alguien para que no se enfade. En ambos casos se potencian conductas pero la razón es muy diferente en un caso o en otro.
Según Fernando Azor, «normalmente cuando existen más refuerzos positivos que negativos, la persona es capaz de ser constante, prioriza su objetivo y rara vez se apartará de la meta que se ha propuesto. Si una persona es exigente pero no consigue hacer lo que se propone es porque lo hace para evitar cosas, para alcanzar un objetivo que le reconforte y le guste mantener a corto y a largo plazo. No siempre existe una receta para conseguir romper la inercia de hacer las cosas para evitar algo malo, pero desde luego en este punto está el foco. Si lo conseguimos cambiar, alcanzaremos y mantendremos la motivación y la energía siendo mucho más probable dejar de procrastinar».
Consejos para no procastinar
Dejar de procrastinar se consigue haciendo la tarea pendiente, pero también decidiendo no hacerla. «Aquí lo importante es dejar de posponer sin decidirlo. Si no paramos esa inercia el resultado será la culpa, las somatizaciones, la angustia, y por supuesto una peor autoestima«, dice el terapeuta.
Fernando Azor ofrece unas reflexiones y por supuesto consejos para minimizar esta tendencia a posponer:
– Revisar las prioridades, dice el psicólogo, «¿Realmente es tan importante para la tarea que te estás marcando? ¿Realmente estás dispuesto a renunciar a otras cosas para resolver o acabar lo que te has propuesto?» Hay que tener en cuenta que lo que se debe hacer no siempre es lo que se quiere.
– Si se quiere abarcar demasiadas cosas es posible que se tenga la sensación de que siempre se tiende a procrastinar, y quizás es que hay demasiadas cosas importantes compitiendo por salir a delante, o que simplemente por dentro no es tan importante.
– Tener cuidado con las obligaciones, a veces ser algo más mediocre ayuda a arrancar y a alcanzar buena parte de las metas que se puedan proponer.
– Crear plazos para cumplir con los planes o comprometerse con plazos de tiempo que puedan ser constatables por otros: planificar una reunión para obligarse a terminar un proyecto.
– Compartir el objetivo con alguien más. En el caso de hacer dieta o ejercicio con amigos es más divertido y ayuda a aumentar la motivación. Reconciliarse con lo que es de agrado y lo que no. No hay que enfocarse solo en lo que se tendría que conseguir, sino en lo que es de agrado y la relación con ese objetivo. Si lo que se quiere es adelgazar, y a fecha de hoy la motivación principal es la de no engordar, no bastará. Es el momento de valorar unirte a un reto con amigos para conseguir adelgazar. Esto es muy útil en personas que son muy sociales y les motiva mucho estar con gente y unirse a proyectos grupales. Valdría para unas personas pero no para otras.
– Dividir la tarea en partes más pequeñas. Suele ayudar a mantener la motivación. Implica asumir que se tardará más en alcanzar la meta, pero probablemente se tengan más oportunidades de conseguirlo de este modo. Cuidado con la impaciencia.
– Quitarse distracciones de en medio. Procrastinar es más fácil cuando hay muchas alternativas y hay que repartir la atención.
– Ponerse prioridades, cuidado con esa idea conocida de que lo urgente impida hacer lo importante. No se debe buscar tener todo a mano y pensado para poder comenzar. Eso solo llevará a volver a procrastinar.
– Establece un momento para parar, respetarlo. Esto ayudará a asignar a cada situación su actitud correspondiente.
– Planifica un tiempo para hacer lo que se quiere, no extenderlo. Si se extienden los tiempos o se abrevian, dificultará el arrancar en próximas ocasiones y probablemente el resultado será el de procrastinar.
– Cuidado con quitar hierro a algunos temas pendientes. Buscar convencerse de que algo no es un problema, sin que sea del todo cierto, solo mantiene la probabilidad de procrastinar.
Hacer, empezar o iniciar algo suele ser la parte más compleja. Suele ser más fácil seguir que arrancar. El tamaño de una lista puede asustar. Empezar por algo…
– Dedicar demasiado tiempo a dormir o ver la televisión. Ayuda a desconectar pero suele ser un signo de no querer pensar o de no querer hacer frente a lo que está pendiente.