Será en forma de V; o quizá, después de todo, asemejará una U; puede que incluso termine siendo una L; y hay quien incluso afirma que se parecerá más al símbolo de Nike. Difícil anticipar cómo será la recuperación económica, una vez que logremos sobreponernos a la terrible pandemia que nos está azotando estos últimos meses.
Lo que sí parece claro es que la velocidad con que nos recuperemos, y la cuestión de si el daño sufrido estos meses será temporal o permanente, dependerán en buena medida de una serie de factores. Los expertos de MAPFRE Economics, el servicio de estudios de MAPFRE, han identificado, en su última actualización del Panorama, tres grandes factores, que determinarán la gravedad de las heridas que el tejido económico está sufriendo estos meses. Veámoslos:
La naturaleza del virus
Lo cierto es que, a pesar de ser el centro de toda la atención mundial durante los últimos meses, aún hay muchas cosas relacionadas con la Covid-19 que desconocemos.
Algunas de las incógnitas más relevantes son, por ejemplo, su verdadera tasa de contagio, o el número de verdaderos infectados, que se estima que pueden ser hasta diez veces más que el número reportado de casos, la tasa de letalidad verdadera, si el virus tiene un componente estacional, si es posible la inmunización (pasiva y activa) y de manera crucial: la verdadera distribución de los casos de contagio a lo largo del tiempo (la curva de contagio).
Así, la recuperación económica dependerá, en esta primera instancia, de las respuestas a estas incógnitas. En el lado más benigno del espectro de escenarios podemos suponer que la Covid-19 tiene una naturaleza estacional y remite en épocas calurosas. En este escenario el virus muta a la velocidad de la influenza y su espectro más débil permite una inmunización pasiva relativamente rápida (alcanzando el 20%-40% de la población).
En un escenario menos benigno, algunos de estos supuestos se comportan peor de lo esperado, especialmente el de contagio e inmunización y nos lleva a un rebrote del virus estacional igual o más violento que el original al haberse mermado la capacidad de respuesta y al no haberse ganado suficiente inmunización. Esto, obviamente, tendría consecuencias muy graves sobre la actividad económica.
La estrategia epidemiológica
Las dos grandes vías que se debaten son la contención y la supresión. La primera busca reducir los contagios hasta niveles manejables con el objetivo de lograr una inmunización colectiva para lo que es necesario contagiar entre el 20% y el 80% de la población. Tiene costes económicos manejables, pero potencialmente un coste para el sistema de salud inabordable.
La supresión busca ganar tiempo para aprovechar la estacionalidad del virus, crear tratamientos y vacunas, evitar el colapso del sistema médico. Tiene sin embargo dos inconvenientes: la experiencia histórica demuestra que el virus regresa estacionalmente y obliga a cambiar a la estrategia de contención, y deja a la población vulnerable ante rebrotes futuros puesto que fortalece la cepa contra la que no se ha conseguido la inmunización.
Por otro lado, el coste económico es mayúsculo como estamos viendo actualmente (referencias métricas) debido a las disrupciones de suministros, la aversión al riesgo y las implicaciones financieras que pueden llegar a alcanzar.
Hasta ahora, prácticamente la totalidad de países han adoptado la estrategia de supresión Esperemos que sirva para para ganar tiempo y en la búsqueda de tratamientos, vacunas y fortalecimiento del sistema sanitario. Pero si la naturaleza del virus obliga a un confinamiento más largo y su impacto en la actividad se extiende, el daño en la economía será consecuentemente mayor.
La reacción institucional
Que tiene que ver no solo con el conjunto de medidas que las distintas administraciones públicas diseñan para hacer frente a la crisis económica derivada de la crisis sanitaria, sino a la capacidad de esas administraciones para coordinarse entre sí de forma eficaz, tanto en el plano nacional como internacional.
Así, MAPFRE Economics identifica un escenario hipotético de respuesta institucional “correcta”, que contribuiría a paliar el impacto económico de la Covid-19 en la sociedad:
- Las instituciones administran información relevante y gestionan expectativas de manera precisa
- Se agiliza la pronta recuperación de los mercados tanto de bienes como de factores
- Se activan mecanismos destinados a apoyar el sistema sanitario, evitando el colapso
- Las medidas paliativas llegan en tiempo y forma. Medidas fiscales para la sustitución de rentas de manera temporal, participación sensible pero controlada del sector público (evitando crowding out) y garantías que permitan fluir el crédito en apoyo a la restitución de la actividad, especialmente la minorista. Las medidas monetarias consiguen proveer de liquidez sin fricciones al sistema, y controlar los diferenciales de riesgo de los bonos soberanos. Se pone freno al deterioro de los activos en el balance del sistema financiero y no hay reducciones recurrentes de escala (matching de activos y pasivos). Se consigue repartir el coste de la pandemia a lo largo del tiempo sin conducir a situaciones extremas. El desempleo creado es temporal y la mora se mantiene controlada. Financieramente no se llega a una situación sistémica.
En ausencia de esta reacción institucional, obviamente, el deterioro económico puede ser mucho peor, e incluso, como se alerta en el Informe Panorama recién publicado, provocar que la duración de la crisis en países vulnerables transforme la crisis real en crisis financieras y soberanas con implicaciones de largo alcance.