Si en el presente el automovilismo ya está ligado a la ciberseguridad, el futuro debe traer consigo una unión casi perfecta, pues uno de los mayores peligros que habrá en torno a los automóviles se hallará en su capacidad de conectarse a la red, así como en la tecnología que albergarán.
Bien sabe cualquier conductor de un coche relativamente nuevo tiene incorporados numerosos avances: desde la posibilidad de acceder a Internet, hasta la de comunicarse con alguna aplicación instalada en el teléfono móvil, por poner solo un par de ejemplos.
Esta capacidad, que no solo hace más cómoda la conducción, sino que además mejora la seguridad, tiene el hándicap que presenta cualquier dispositivo capaz de comunicarse mediante una red informática (Internet of Things): un ataque por parte de un cibercriminal.
Una situación más complicada en los coches autónomos
Numerosos analistas hablan de que el coche autónomo poco a poco irá incorporándose a la circulación hasta que termine siendo el modo más habitual de desplazarse. No obstante, aún queda camino por recorrer (antes llegarán los automóviles eléctricos), pues se apunta que para el año 2040 serán 33 los millones de modelos autónomos que se utilizarán todo el mundo.
Sea como fuere, antes habrá otros coches en los que las ayudas electrónicas serán muy numerosas. Como se ha comentado, dichas ayudas facilitarán la conducción del usuario y provocarán que se produzcan menos accidentes, la mayoría de ellos debidos a un fallo humano.
Sin embargo, los riesgos -y por lo tanto, el reto de atajarlos- se hallan en la posibilidad de que un hacker se haga con el control del software o del hardware de un coche. Esto podría desembocar en situaciones de alarma como fallos en elementos tan críticos como los frenos, el motor, las luces o cualquier sistema de seguridad.
De hecho, las posibilidades que se abren para los delincuentes son tan numerosas como su capacidad técnica e imaginación les permitan. Y es que, desde sus escondites podrían manipular un vehículo incluso con un conductor al volante, de manera que en el caso de un modelo autónomo (que no llevarán ni volantes), la situación podría ser más peligrosa.
Tomar medidas
Tal y como ocurre con los sistemas informáticos o con el propio teléfono móvil, el único modo que hay para protegerse de esos ataques será extremar las medidas de seguridad, especialmente en las conexiones que se establezcan con elementos externos.
Cuando el coche autónomo se desarrolle, será capaz de interactuar con señalizaciones, cámaras e incluso iluminación, con lo que dichas interacciones habrán de estar totalmente securizadas. Una mala interpretación de una señal lumínica, por ejemplo, podría ser desastrosa.
Algunas compañías ya están trabajando en modelos de seguridad que eviten ataques en los coches conectados. Desde escáneres que evalúen el coche de arriba a abajo en el momento en que se va a utilizar, hasta soluciones de ciberseguridad a modo de cortafuegos.
En definitiva, en el coche autónomo todavía hay muchos caminos que recorrer y uno de ellos será el de encontrar las soluciones de ciberseguridad que eviten cualquier hackeo.