Sus días no tienen a penas horas de luz, es uno de los lugares con peor climatología y sus impuestos están entre los más caros del mundo (en algunos casos llega a suponer el 60% de sus ingresos). Pero, aun así, Copenhague presume de ser la ciudad más feliz del mundo ¿Su secreto? Algo tan simple como la filosofía Hygge (pronunciado “juga”). Un término que no tiene traducción a otros idiomas, pero que puede entenderse como “la felicidad reside en disfrutar de las pequeñas cosas” ¿Y en que consiste este modo de vida? Pues en algo tan sencillo como dejar a un lado las preocupaciones y dedicarse a ser feliz (algo así como acurrucarse debajo de la manta, en la mejor compañía, con nuestro mejor pijama y una taza de chocolate caliente en la mano. Y rodeados de velas, muchas velas).
Ante este modo de vida, la gran pregunta que todos nos realizamos es ¿Cómo se consigue esto? Pues gracias a la confianza que la población danesa tiene en su auténtico estado de bienestar con unas políticas sociales que muchos países deberían copiar: una verdadera conciliación familiar con una semana laboral de 35 horas que permite a los padres disfrutar de sus hijos desde las cinco de la tarde, largas vacaciones pagadas, los sueldos más altos de Europa y una enseñanza basada en conocimientos morales y no en constantes exámenes. A esto se suma un programa de salud pública que incluye, entre otras cosas, el fomento del ciclismo (más de la mitad de sus habitantes se mueve en bicicleta), el ofrecimiento de menús nutritivos en las instituciones públicas o programas gratuitos para dejar de fumar.
Todo esto hace que, según el Índice de Felicidad de las Naciones Unidas, la capital de Dinamarca se una de las ciudades con mayor calidad de vida y más envidiada de todo el planeta. Según Lonely Planet, en este recién estrenado 2019 se situará a la cabeza del ranking de las mejores ciudades para visitar. Y es que además de su envidiable filosofía de vida, Copenhague tiene otros grandes atractivos.
LA SIRENITA
Todas las ciudades tienen un icono por el que se las reconoce en el resto de mundo. En Copenhague ese símbolo es la famosa estatua de La Sirenita, inspirada en la del cuento de Christian Andersen. Ella es quien recibe a los visitantes posando sentada sobre una roca en el Parque Langelinie, junto al puerto de Copenhague. Si algo llama la atención de esta figura es sin duda su tamaño ya que tan sólo mide 1,25 metros. Eso sí, el estar toda realizada en bronce hace que pese la friolera de 180 kilos. Pese a decepcionar en muchos casos por su pequeño tamaño, son miles los turistas que cada día se acercan a verla lo que supone hacer largas colas para poder retratarse junto a ella.
Como dato curioso, La Sirenita fue creada a comienzos del siglo XX por el escultor Edvard Eriksen, gracias al encargo de la familia Jacobsen, propietarios de la fábrica de la famosa cerveza Carlsberg. Jacobsen quiso homenajear a la bailarina danesa Ellen Price, gran estrella del ballet Real Danesa, pero ante la negativa de esta a posar desnuda, Eriksen tuvo que utilizar a su esposa como modelo, aunque la cabeza y el rostro están inspirados en la bailarina. A lo largo de toda su historia, la estatua ha sido objeto de numerosos actos vandálicos: ha sido decapitada en dos ocasiones, dañada en otro intento de decapitación y desmembrada. También le han arrojado pintura en varias ocasiones, le han soldado un juguete sexual y una bomba la ha hecho caer al agua. A pesar de todo, siempre se ha vuelto a restaurar gracias a que se conservan sus moldes originales.
CASTILLOS, PALACIOS Y OTROS MONUMENTOS DE INTERÉS
Otras dos visitas clásicas en Copenhague son el castillo de Rosenborg y el palacio de Amalienborg. El primero es un antiguo palacio con un impresionante jardín que lo convierte en uno de los lugares más bonitos de la ciudad. Fue construido como residencia de verano del monarca Christian IV y destaca por su estilo renacentista. Esta rodeado por un foso que le da un aspecto de castillo de cuento de hadas. Justo a su lado se encuentra el jardín botánico de la ciudad que bien merece un paseo para conocer su lago y sus invernaderos de cristal.
Por su parte, el Palacio de Amalienborg, residencia oficial de la familia real durante el invierno, está formado por cuatro grandes edificios de estilo rococó que rodean una gran plaza presidida por la estatua del rey Federick V. Allí, a las doce a la mañana, tiene lugar un curioso cambio de guardia.
Tampoco podemos olvidarnos de Slotsholmen, una pequeña isla rodeada de un bonito canal y situada en el puerto de Copenhague. En ella se ubican el Palacio de Christianborg (actual sede del Parlamento), la Biblioteca Real Danesa (la más grande de los países nórdicos, de hecho, su colección es tan amplia que está repartida entre varios edificios, de los que es más famoso es, el llamado Diamante Negro) y el edificio histórico de la Bolsa.
Particular es también la Torre Redonda que, además de por sus maravillosas vistas, destaca porque la subida se realiza a través de una enorme rampa de 209 metros de largo que gira en espiral haciendo siete giros y medio hasta llegar a la parte más alta. Esta rampa empedrada con forma de caracol es una rara avis de la arquitectura europea; cuenta la leyenda que el monarca Christian IV la recorrió entera a caballo el día de la inauguración de la torre.
CHRISTIANIA, LA CIUDAD LIBRE
Pero si hay un rincón curioso y que no podemos dejar de visitar en Copenhague, ese es Christiania. Se trata de una zona de la ciudad donde viven unos 1000 vecinos que se autogobiernan desde 1971. Además, se proclaman independientes de Dinamarca y, por lo tanto, de la Unión Europea. Al salir, hay un cartel muy curioso donde se puede leer “Estás entrando en la UE”. Una de las cosas que más llama la atención a los visitantes es que aquí se permite el consumo de drogas blandas como la marihuana. Puede ser que sea por esto por lo que una de las normas de esta comunidad es que está totalmente prohibido hacer fotos.
Lo más recomendado es visitar Christiania al atardecer y recorrer su calle principal, Pusher Street, para disfrutar de su ambiente alternativo, visitar sus mercadillos llenos de souvenirs (más baratos que en el resto de la ciudad ya que aquí no hay impuestos), comer en alguno de sus restaurantes vegetarianos, probar su cerveza autóctona o disfrutar de uno de sus conciertos al aire libre.
TÍVOLI
Si curioso es encontrar esta comuna hippie en medio de la capital danesa, no menos lo es toparse con los Jardines del Tívoli, el segundo parque de atracciones más antiguo del mundo (abrió sus puertas en 1843) y uno de los mayores tesoros del país. El creador de la idea fue Georg Carstensen, que sedujo al rey de Dinamarca, Cristian VIII, con la frase “cuando el pueblo se divierte, no piensa en política”. De esta manera nació el Tívoli que por aquel entonces contaba con tan sólo un tiovivo y una montaña rusa. Hoy, podemos disfrutar de cuidados jardines, más atracciones, restaurantes (como la Fragata de San Jorge en un barco o el Nimb, ubicado en un palacio árabe), conciertos al aire libre, espectáculos acuáticos y de pirotecnia… Pero si hay algo que hace especialmente mágico este lugar es el juego de luces del que pude disfrutarse en la noche. Un espectáculo visual que nos hará pensar que estamos en un escenario propio de la más romántica película.
Si lo visitamos durante el fin de semana, es posible que tengamos oportunidad de ver a “la Guardia del Tivoli”. Esta guardia está formada por cerca de 100 jóvenes de entre 8 y 16 años que marchan al ritmo de tambores imitando a la Guardia Real de Copenhague, vestidos con casacas rojas y sombreros negros.
EL CENTRO NEURÁLGICO DE COPENHAGUE
Pese a que los Jardines del Tívoli se ubicaron en sus orígenes en las afueras, con la construcción del Ayuntamiento y de la Estación Central de Ferrocarril quedaron instalados en pleno centro neurálgico de la ciudad. Es lo que los habitantes de Copenhague llaman la City y es la zona en la que se concentran la mayor parte de los atractivos de la ciudad, como por ejemplo Radhuspladsen o lo que es lo mismo, la Plaza del Ayuntamiento cuya torre ofrece una de las mejor vistas de la ciudad. El ágora está presidida por una escultura de Hans Christian Andersen y en ella también podemos ver la Fuente del Dragón, esculpida en bronce, en la que se aprecia a un dragón luchando contra un toro y otros animales de la mitología escandinava. Junto a ella la Vejrpigerne o chica del tiempo, una escultura dorada que rotaba según el tiempo que hacía (salía con un paraguas cuando iba a llover o con una bici cuando hacía sol). Actualmente no funciona, pero pueden apreciarse las dos figuras.
Desde Raduspladsen parte la que se conoce como la calle peatonal más larga de Europa, Stroget. Cerca de dos kilómetros en los que se pueden encontrar las tiendas más exclusivas de la ciudad, grandes almacenes o cadenas de ropa europeas. Alrededor de esta vía se mueve gran parte de la vida de la ciudad con bares, cafés y discoteca que se convierten en el punto de encuentro preferido de los daneses.
La calle Stroget atraviesa plazas como la de Nytorv, donde está el tribunal de la ciudad; o Hojbro Plads, desde donde se pueden ver el Parlamento y el edificio de la bolsa. Al final de esta gran calle peatonal aparece Kongens Nytory, una plaza en la que se juntan varios de los edificios más interesantes de la ciudad como el Teatro Real o los almacenes Magasin.
Pero, sin duda, lo mejor de la plaza se encuentra en Nyhavn, el Puerto Nuevo, un pequeño canal de unos quinientos metros alrededor del cual se encuentran las inconfundibles casitas con fachadas de diferentes colores, la postal más famosa de Copenhague. Es el lugar perfecto para disfrutar de una comida en un buen restaurante o simplemente se puede imitar a la gente local comprando una cerveza y un sándwich en una tienda cercana y sentándose en el muelle con las piernas colgando. Y es que visitar esta ciudad supondrá una auténtica carga de energía positiva.
Miryam Briz