Volar fuera de las fronteras siempre es una buena idea. Más allá de la riqueza de una experiencia inolvidable, cuando está bien organizada, se une la posibilidad de disfrutar de una verdadera inmersión en una cultura distinta donde todo empieza por el idioma.
El cerebro, se ha demostrado, que es capaz de adaptarse a circunstancias como esta y a asumir los idiomas de una forma más natural cuando todo el entorno habla el mismo. Eso significa que, aunque suponga un esfuerzo, plantearse cursos en el extranjero no solo en verano sino durante un curso lectivo entero o incluso una temporada durante un periodo de la vida en la que se necesite cambiar de aires.
La apertura que consiguen estas experiencias es enriquecedora.
5 razones por las que apostar, según Sunny English
- Al estar dentro de un entorno donde se habla 24 horas el idioma, se adapta a un lenguaje más vivo, menos académico y más útil. Es el lenguaje de la gente, el que se utiliza para hablar en la calle. Una vez esto se adquiere, es mucho más fácil luego ser capaz de rescatar las estructuras más formales para su uso profesional.
- Aprendizaje cultural: más allá de solo comprender el idioma, el estar tiempo en un país nativo lo que permite es también disfrutar de su cultura, de sus tradiciones, gastronomía, fiestas y, sobre todo, calle. Algo tan básico como esto sirve como incentivo al esfuerzo por comprender y hacerse entender.
- El aprovechamiento del tiempo es exponencial. Mientras se está acostumbrado a acudir a clase durante unas horas, al irse fuera se pasa a estar en un aula permanente en la que se aprende de todo. Señales, carteles, frases escuchadas, diálogos…
- Oportunidades profesionales: en el extranjero es fácil conseguir adquirir una serie de skills que luego son valoradas en los procesos de selección. El desenvolverse con facilidad es uno de ellos.
- La experiencia que se consigue personal es inigualable con ninguna otra. Se hacen amigos para toda la vida, se pone a prueba la capacidad de salir adelante, se disfruta de algo único…