Desde que la inteligencia artificial aterrizó en el mundo, ha habido múltiples noticias acerca de despidos y de reestructuraciones empresariales donde la IA se hacía un hueco cada vez mayor para hacerse cargo de las tareas más rutinarias. Hoy día, la pregunta que muchos autónomos se hacen es si habrá llegado el momento en que sean sustituidos por esta nueva tecnología. Y la respuesta no es sencilla. Lo cierto es que la IA no elimina la figura del autónomo, pero sí reconfigura su papel, sus oportunidades y también los requisitos para seguir siendo competitivo.
La demanda crece, pero no el reemplazo: los autónomos expertos salen reforzados
Lejos de ver la inteligencia artificial como una amenaza, cada vez son más los trabajadores por cuenta propia especializados en IA y disfrutando de una creciente demanda. Según el informe “Malt Tech Trends 2025”, hay un incremento del 220 % en la contratación de freelancers con conocimientos en IA. Además, los proyectos en IA generativa o sistemas RAG permiten que estos profesionales lleguen a cobrar hasta 310 euros diarios, un 18 % más que en otros sectores tecnológicos.
En el caso concreto de España, los perfiles senior están muy demandados, sobre todo porque ofrecen una experiencia técnica especializada en proyectos complejos.
Así, no podemos decir que la IA usurpe el trabajo de un ser humano, sino que lo asiste y libera de las tareas más repetitivas y tediosas. Automatizar tareas como la facturación, entrada de datos, presupuestos o programación, permite liberar un tiempo que pueden aprovechar para sus negocios y competir al mismo nivel con grandes empresas.

No obstante, el uso responsable de la IA pasa por una regulación. El Estatuto de los Trabajadores incluye el artículo 20 bis, donde se reconocen derechos digitales a los trabajadores, pero no da herramientas para controlar esas decisiones algorítmicas que se toman, por lo que no hay una transparencia en cuanto a la ética o no de las decisiones.
Un mal uso de la inteligencia artificial puede convertirla en un mecanismo de control o vigilancia, y no en una herramienta para empoderar al profesional. Es por eso que, en el caso de España

