Maria Teresa Reymundo (69 años), José Antonio Abril (53), Miguel Ángel García (51) y María del Pilar Gómez (51) desmitifican la idea de que un emprendedor debe ser joven
La edad media del emprendedor en España es de 39 años aunque antes de la crisis era de 36, lo que demuestra que la recesión ha obligado a muchas personas a buscar un nuevo futuro en el mercado laboral. Un futuro que pasa por dejar de ser un empleado por cuenta ajena, con la seguridad que conlleva, para montar un negocio y convertirse en autónomo, con todas las dificultades añadidas. No en vano, tener más de 50 años y ser parado de larga duración reduce mucho las posibilidades de encontrar un empleo. Pero hay ejemplos de castellanos y leoneses que desmitifican la idea de que el emprendimiento está reservado a los jóvenes.
La crisis económica trajo despidos y expedientes de regulación como los que afectaron la burgalesa María del Pilar Gómez (51 años) o el abulense Miguel Ángel García (51 años) pero también hay enfermedades sobrevenidas como la de José Antonio Abril (53 años) que le obligaron a cambiar de sector. Luego, hay casos extraordinarios como el de la burgalesa María Teresa Reymundo que a sus 69 años asegura que no quiere jubilarse y compagina sus trabajos de arquitectura de toda la vida con una empresa de mermeladas artesanales que montó en 2015. Su caso destierra la idea de un emprendedor ha de ser joven y estar desempleado.
Todos ellos reconocen a la Agencia Ical que montar un negocio a una edad avanzada tiene sus dificultades pero, en cambio, valoran la experiencia adquirida en su vida laboral. “Fue una decisión complicada y arriesgada pasar de un supuesta seguridad que da ser asalariado a un futuro incierto al montar un negocio”, asegura Miguel Ángel al explicar el momento al que se enfrentó en 2011 con el Expediente de Regulación de Empleo (ERE) de Caja de Ávila, tras el proceso de fusión liderado por Caja Madrid.
Solicitó la baja voluntaria que implicaba abandonar la caja tras más de 20 años como informático y trabajar, desde entonces, como ‘freelance’ en el sector informático y volcarse en un proyecto empresarial que aunaba su gran pasión por los perros y su profesión. De ahí surgió el portal web pestmania.es con información relacionada con las mascotas de perros y gatos, gracias a un amplio directorio con servicios de adiestradores, peluquerías, clínicas veterinarias y residencias.
Además, el exempleado de Caja de Ávila ofrece a los aficionados la posibilidad de crear una web prediseñada para colgar historias relacionadas con sus mascotas y otro sitio más completo reservado para criadores aunque su idea es montar más páginas específicas para profesionales relacionados con los perros. Pero su afición por estos animales le ha llevado también a poner en marcha una residencia canina a las afueras de Ávila que funcionará como un “pequeño gran hotel” para que los perros disfruten de parques y amplios espacios.
“De momento, no me arrepiento de la decisión que tomé”, explica aunque reconoce que el emprendimiento existe más por necesidad, tanto entre los jóvenes como en las personas mayores. No en vano, considera que la tendencia es que las empresas prescindan de la figura del trabajador por cuenta ajena con buen sueldo para convertirlos en autónomos.
Eso sí, Miguel Ángel recomienda a todo aquel que quiera emprender que “domine” la materia porque en caso de desconocer el sector corre el riesgo de “estrellarse”. Un consejo que siguió la burgalesa María del Pilar Gómez, quien perdió su empleo de dependienta en una mercería en 2014, aunque antes había trabajado en una cocina y una fábrica. Decidió montar ‘Cepa y vino’, una tienda de encurtidos, conservas, frutos secos y vino en Burgos, gracias a que su marido estaba relacionado con el negocio.
“Rodando los 50 años, era consciente de la dificultad para encontrar un empleo de dependienta así que me lancé a mi primera experiencia como autónoma”, apunta. María del Pilar reconoce que los inicios fueron complicados. No solo porque montó la tienda en plena crisis sino también porque en el primer año hay muchos gastos y problemas. Con el tiempo, la tienda, ubicada en la calle Francisco Sarmiento, tuvo aceptación en la zona y, ahora, se ve con fuerzas para seguir adelante porque posee un negocio que le gusta y es “llevadero”. Y eso que echa en falta ayudas públicas y facilidades para los emprendedores, pese a encontrar financiación en Iberaval.
Un cavernoma cerebral obligó a José Antonio Abril, de Valladolid, a abandonar su profesión vinculada a la hostelería. Hasta el año 2000, había trabajado de camarero en bares e incluso llegó a montar su propio negocio. Pero su paso por el quirófano, que le dejaron una discapacidad del 65 por ciento, le obligó a abandonar esa ocupación y buscar otros empleos. Tras varios años de bedel en un instituto de la provincia y contratos temporales de telefonista en una centralita de varios hospitales, decidió montar hace cinco meses un negocio de repostería y pastelería.
Se trata de una pequeña tienda, ubicada en la calle Galatea de Valladolid, de la mano de la franquicia Latorta, donde vende productos artesanales específicos. “El emprendimiento hay que llevarlo dentro y da igual tener 20 años o 53 como en mi caso”, explica. José Antonio confiesa que se ha “buscado la vida” desde joven. Considera que optar por trabajar para otro con 50 años puede ser normal pero “cuando tienes 30 años hay que jugársela porque hay margen para equivocarse.
Comienzos duros
Este vallisoletano afirma que los comienzos de un negocio son siempre duros pero confía en que la ciudad acabará apostando por el postre gallego de la torta, al igual que otras capitales de España. “Hay que dar a la tienda un margen de un año y tras ese tiempo, pensar y decidir”, rubrica. En su caso, también agradece la ayuda de Iberaval que le facilitó una financiación en mejores condiciones.
La burgalesa María Teresa Reymundo es emprendedora y artesana y la edad no supuso un freno para montar a sus 67 años el negocio de mermeladas ‘Huerto y lumbre’. “A mi edad no me quiero jubilar y seguiré mientras tenga fuerzas y aguante la cabeza”, asegura mientras compagina esta afición/profesión con sus trabajos de arquitecta. El emprendimiento no es nuevo para ella porque nunca ha estado contratada por cuenta ajena.
Considera que el emprendimiento no es una cuestión de edad sino de actitud y vitalidad. “Parece que emprender es solo para los jóvenes pero yo me siento con ganas de hacer cosas, al menos hasta los 80 años”, explica, sin olvidar que disfruta con la elaboración de las mermeladas con frutas procedentes de su huerta en Espinosa de los Monteros.
“Llevaba toda la vida haciendo mermeladas en casa y en 2015 mi hijo me animó a comercializarlas”, reconoce esta mujer que residió durante muchos años en Madrid con su marido e hijos. Luego, se trasladó a Burgos pero no como un retiro. “Imagino que las personas que se jubilan a una edad temprana contarán con una vida interior riquísima porque, de lo contrario, se aburrirán mucho”, opina.
Así que a sus 69 años compagina sus trabajos de arquitectura, con proyectos de obra nueva y peritaciones judiciales, con su labor de artesana de mermeladas. “Preferiría dedicarme a probar y experimentar con las mermeladas en el obrador pero me debo a un negocio y eso me obliga atender la tienda y acudir a ferias de la mano de Burgos Alimenta”, declara. Su deseo es asentarse pero sin crecer demasiado porque no desea perder la esencia de la artesanía alimentaria, con productos naturales. “Eso estaría en peligro con grandes producciones”, añade.
Y es que María Teresa no se limita a elaborar mermeladas clásicas sino que le gusta “probar cosas nuevas” para crear variedades que acompañen carnes y pescado como las de tomate, pimiento y cebolla. Su último descubrimiento es la mermelada de cebolla con vino de Ribera de Duero mientras experimenta con el color de la mano de las patatas moradas. “Aquí se trabaja mucho con la prueba-error porque algunas elaboraciones van directamente a la basura porque no resultan”, matiza. Es lo que tiene el emprendimiento.
R. Travesí/ ICAL